Editorial

Regular los mercados digitales: un debate necesario

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A nivel mundial, el complejo ecosistema que llamamos internet es muy distinto al que imaginaron los creadores (y los primeros usuarios) de la World Wide Web hace más de un cuarto de siglo. En la dimensión económica, el ideal de una red completamente descentralizada que permitiera intercambios sin fricciones y una competencia perfecta, sin importar el origen o el tamaño de los participantes, ha dado paso a un entorno con las características y dinámicas de un mercado imperfecto, donde también existen concentración, barreras de entrada y prácticas desleales (además de actividades ilícitas de todo tipo, por cierto).

En la última década, esta realidad ha impulsado el interés y el debate en torno a la conveniencia -en rigor, la necesidad- de regular más estrictamente a los actores más relevantes de este mercado, como las grandes gigantes tecnológicas norteamericanas que dominan vastos sectores de la nueva economía (Apple, Microsoft, Alphabet, Meta y Amazon), o empresas chinas como Byte Dance, dueña de Tik Tok, o Tencent, entre otras.

No son infundados los temores de conductas monopólicas, anticompetitivas u opacas de parte de gigantes tecnológicos.

En este esfuerzo, la Unión Europea ha sido muy activa, incluso pionera, y recientemente aprobó la Ley de Mercados Digitales para fijar estándares más estrictos de transparencia y competencia a empresas que, en la práctica, son dominantes en ámbitos tan variados (y fundamentales) como búsquedas online, e-commerce, computación en la nube, redes sociales, mensajería, sistemas operativos y otros.

Es muy pronto para evaluar si el enfoque europeo es el correcto, pero difícilmente es antojadizo. La idea de que los mercados evolucionan en formas que hacen conveniente endurecer estándares (incluso intervenir, en ocasiones) tiene precedentes históricos en telecomunicaciones, petróleo y otros sectores. Casos judiciales en Europa y EEUU -así como la primera demanda presentada en Chile y la región contra la matriz de Google por abuso de posición de mercado- son un reflejo de esta problemática.

Los temores de conductas monopólicas, anticompetitivas u opacas de parte de actores dominantes no son infundados, hoy como en el pasado. El complejo trabajo de regular los mercados digitales es relativamente reciente -y habrá turbulencias y crisis en el camino-, pero imprescindible.

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